jueves, 4 de marzo de 2010

"El futuro -la salud- de la filosofía alemana está en riesgo"

Fotografía de Lou-Salomé, Paul Ree y Friedrich Nietzsche.


El día que Nietzsche lloró es una excelente ficción con ingredientes reales. Esta novela de Irvin D. Yalom, no solo nos acerca a la filosofía de una de las más prodigiosas mentes de Occidente: Friedrich Nietzsche; también nos invita a la ilusión de ver a este inquietante, curioso, frío y reservado filósofo llorando.

Primero, una misteriosa carta firmada por una identidad no menos interesante: Lou Salomé. La belleza invisible y magnética de esta excitante escritora rusa, a quien ni siquiera el lector podría decir que no, es la proporción exacta que neutraliza la balanza estética del libro (en los polos encontramos algo de erotismo extremo y de aburrida formalidad en los protagonistas).

Segundo, el reconocido doctor vienés Josef Breuer, seducido por la belleza de la mujer, se ha dejado convencer de concederle un difícil favor: tratar a su amigo Friefrich Nietzsche, quien no sólo tiene el cuerpo enfermo, según ella, también está solo y desesperado, pero no lo reconoce. Además, sin que el filósofo sepa que fue ella quien lo envió.

Tercero, el filósofo ensimismado y auto excluido del mundo convencional, a quien le cuesta abrirse a aceptar apoyo o colaboración de los demás, incluso si se tratá del aquel médico con una aparentemente ilimitada vocación de servicio.

Y así un médico y un filósofo, empiezan un intrigante intercambio profesional en el que juntos persiguen un interés, y juntos aprenderán y enseñarán al lector, una importante lección.

Los escenarios que nos ofrece la Viena de 1882 para el desarrollo de la novela, no varían demasiado, y eso tiene sus sabidas implicaciones en el dinamismo del texto, pero sin embargo la lectura de El día que Nietzsche lloró, le permite a cualquier tipo de lector un acercamiento básico a la filosofía, dejando además una moraleja aplicable a la vida de cualquier ser humano, a cualquiera, pues vivir es decidir, y si algo se ha aprendido al terminar el libro, es a decidir.

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